Aunque ambos trastornos afectan el sistema digestivo y comparten algunos síntomas, Helicobacter pylori y SIBO son condiciones distintas que requieren abordajes específicos. Entender sus diferencias es clave para recibir un diagnóstico y tratamiento adecuados.
Hoy profundizamos en sus características, síntomas, ubicación y alternativas de tratamiento, ofreciendo también consejos para mejorar la salud digestiva en el día a día.
De qué se tratan el Helicobacter pylori y el SIBO
El sistema digestivo, con su compleja red de órganos y bacterias, puede verse afectado por múltiples desequilibrios. Dos de los más comunes son la infección por Helicobacter pylori y el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, conocido como SIBO (Small Intestinal Bacterial Overgrowth).
- Helicobacter pylori: se trata de una bacteria en forma de espiral que coloniza el estómago y puede sobrevivir en ambientes extremadamente ácidos. Está asociada principalmente a gastritis, úlceras pépticas e incluso ciertos tipos de cáncer gástrico si no se trata a tiempo.
- SIBO: es una condición en la que se produce una proliferación anormal de bacterias en el intestino delgado. No se trata de una infección por una bacteria específica, sino de un desequilibrio bacteriano que genera síntomas molestos como hinchazón, gases, diarrea o estreñimiento.
Aunque ambas afectan el aparato digestivo, Helicobacter pylori y SIBO no son lo mismo, y requieren diagnósticos y tratamientos distintos.
¿Dónde se ubican las bacterias en cada caso?
La localización de estas alteraciones es uno de los principales diferenciadores:
- Helicobacter pylori: se aloja en el estómago, específicamente en el revestimiento mucoso que protege la pared estomacal. Esta bacteria es capaz de producir ureasa, una enzima que neutraliza el ácido gástrico a su alrededor, permitiéndole sobrevivir en un ambiente tan hostil.
- SIBO: involucra a diversas bacterias que normalmente habitan el colon (intestino grueso), pero que migran y se multiplican excesivamente en el intestino delgado. Este sobrecrecimiento interfiere con la digestión y absorción de nutrientes, provocando numerosos síntomas gastrointestinales.
En resumen, Helicobacter pylori se asienta en el estómago, mientras que SIBO ocurre en el intestino delgado.
Síntomas típicos en cada caso
Aunque existen síntomas compartidos, cada condición tiene manifestaciones características:
Helicobacter pylori
- Dolor o ardor en el estómago: suele empeorar cuando el estómago está vacío.
- Náuseas y vómitos: frecuentes en infecciones agudas.
- Sensación de hinchazón: debido a la inflamación del revestimiento estomacal.
- Pérdida de apetito y peso: en casos avanzados.
- Eructos frecuentes: relacionados con la producción excesiva de gases.
- Fatiga: derivada de la mala absorción de nutrientes.
SIBO
- Distensión abdominal: la hinchazón progresiva a lo largo del día es muy característica.
- Flatulencias excesivas: debido a la fermentación de alimentos no digeridos.
- Diarrea o estreñimiento: o alternancia entre ambos.
- Dolor abdominal difuso: generalmente relacionado con los gases.
- Malabsorción de nutrientes: puede generar déficit de vitaminas (especialmente B12) y pérdida de peso.
- Fatiga crónica: debido a la mala absorción de energía.
Tratamientos para el Helicobacter pylori
El tratamiento del Helicobacter pylori tiene como objetivo erradicar la bacteria y reparar la mucosa estomacal dañada. Generalmente incluye:
- Terapia triple o cuádruple: combinación de dos o más antibióticos junto con un inhibidor de la bomba de protones (IBP) para reducir la acidez del estómago.
- Duración: suelen ser necesarias entre 10 y 14 días de tratamiento.
- Probióticos: pueden ser recomendados para proteger la flora intestinal durante y después de los antibióticos.
- Control posterior: a través de pruebas como el test de aliento para asegurarse de que la erradicación haya sido efectiva.
Consejos adicionales
- Mantener una alimentación baja en irritantes como café, alcohol, picantes y comidas ultraprocesadas.
- Incorporar alimentos ricos en probióticos naturales (yogur natural, kéfir) y prebióticos (plátano, ajo, cebolla) para fortalecer la microbiota intestinal.
Tratamientos para el SIBO
El tratamiento del SIBO se centra en reducir el sobrecrecimiento bacteriano, reparar el intestino y prevenir recaídas. Suele incluir:
- Antibióticos específicos: como la rifaximina, que actúan localmente en el intestino sin afectar tanto al resto del organismo.
- Antibióticos naturales: si los antibióticos específicos no te sientan bien o prefieres no tomar antibióticos.
- Terapias dietéticas: muy importantes para controlar los síntomas y evitar que las bacterias se alimenten.
- Suplementación nutricional: en caso de déficits de vitaminas y minerales.
- Corrección de disfunciones motrices: como el síndrome de intestino irritable o alteraciones de la motilidad intestinal.
Consejos de alimentación para quienes padecen SIBO
- Seguir una dieta baja en FODMAPs (carbohidratos fermentables) puede ser de gran ayuda para disminuir los síntomas.
- Evitar azúcares refinados y alcohol, ya que favorecen la proliferación bacteriana.
Para más información sobre esta condición, puedes consultar nuestro sitio especializado de SIBO.
¿Cómo saber si padezco uno u otro? ¡Consulta a un profesional!
Dado que los síntomas de ambas condiciones pueden solaparse (hinchazón, gases, malestar abdominal), el diagnóstico profesional es esencial. Un médico especialista en digestivo podrá solicitar:
- Test de aliento para H. pylori: mide la presencia de ureasa producida por la bacteria en el estómago.
- Endoscopia digestiva: para observar directamente el revestimiento gástrico y tomar muestras.
- Test de lactulosa o glucosa en aliento para SIBO: analiza el hidrógeno o metano producido por las bacterias en el intestino delgado.
Nunca debe autodiagnosticarse ni automedicarse. Además, las recaídas son frecuentes si no se tratan adecuadamente las causas subyacentes, como problemas de motilidad o hábitos de vida poco saludables.
Consejos generales para una salud digestiva óptima
Tanto para prevenir como para acompañar el tratamiento de estas condiciones, adoptar un estilo de vida saludable es fundamental:
- Priorizar alimentos naturales: frutas, verduras cocidas, proteínas de calidad y grasas saludables.
- Evitar irritantes digestivos: como el tabaco, alcohol, café en exceso y comidas ultraprocesadas.
- Gestionar el estrés: prácticas como la meditación, el yoga o la respiración consciente pueden ayudar a regular la conexión intestino-cerebro.
- Realizar actividad física regular: caminar, ejercicio de fuerza, nadar o practicar yoga mejora la motilidad intestinal.
- Hidratarse adecuadamente: el agua facilita los procesos digestivos y evita el estreñimiento.
Además, prestar atención a los primeros signos de malestar digestivo y consultar tempranamente con un especialista puede marcar la diferencia en la evolución de cualquier alteración.