El sueño no es un fenómeno exclusivo de los humanos ni de los mamíferos. Los estudios sugieren que incluso los dinosaurios, como los diplodocus y tricerátops, probablemente experimentaron algún tipo de sueño, al igual que los peces y reptiles que habitaron la Tierra hace millones de años. De hecho, las formas más simples de vida, como las bacterias, ya exhiben patrones de actividad y descanso que pueden considerarse precursores del sueño. Esto indica que el sueño ha sido una característica evolutiva presente desde los primeros organismos unicelulares, evolucionando y adaptándose a las necesidades de cada especie a lo largo del tiempo.
¿Quién duerme y cuánto?
El sueño varía significativamente entre especies. Mientras que los elefantes necesitan apenas cuatro horas diarias, los murciélagos marrones duermen hasta 19 horas al día. Este contraste plantea un enigma evolutivo: si el sueño es tan vital, ¿por qué la cantidad de sueño difiere tanto entre especies? Una posible explicación es la complejidad del sistema nervioso; las especies con cerebros más complejos parecen necesitar más horas de sueño para llevar a cabo las funciones de restauración necesarias. Sin embargo, este no es el único factor, ya que la dieta, el metabolismo, y la ecología también juegan roles importantes en la determinación de las necesidades de sueño de una especie.
Dormir con medio cerebro
Algunas especies han desarrollado adaptaciones sorprendentes para dormir en condiciones extremas. Los mamíferos acuáticos, como los delfines y las ballenas, tienen la capacidad de dormir con un solo hemisferio cerebral a la vez, mientras que el otro permanece alerta para garantizar la respiración y evitar ahogarse. Este fenómeno, conocido como sueño unihemisférico, les permite descansar mientras continúan nadando y vigilando su entorno.

Soñar o no soñar: la evolución del sueño REM
El sueño REM, asociado con los sueños en los humanos, es una fase relativamente «nueva» en la evolución del sueño. Solo las aves y los mamíferos experimentan este tipo de sueño, lo que sugiere que surgió para cumplir funciones específicas que el sueño no-REM no podía cubrir. No obstante, en especies como los mamíferos acuáticos, el sueño REM puede estar ausente o expresarse de manera diferente, lo que desafía las teorías actuales sobre la universalidad de esta fase del sueño.
Beneficios del sueño reparador
- Mejora la función cognitiva: Un sueño de buena calidad fortalece las conexiones neuronales, facilitando el aprendizaje y la retención de información. Esto es especialmente evidente durante el sueño REM, cuando el cerebro procesa las experiencias vividas y las almacena en la memoria a largo plazo.
- Regulación emocional: El sueño adecuado actúa como un regulador emocional, ayudando a reducir la irritabilidad y mejorar el estado de ánimo. Estudios han demostrado que la falta de sueño puede incrementar la reactividad emocional y dificultar la gestión del estrés.
- Salud física: Durante el sueño, el cuerpo se dedica a reparar tejidos, fortalecer el sistema inmunológico y regular el metabolismo. Dormir mal o no lo suficiente está asociado con un aumento de peso, debilitamiento del sistema inmunológico y un mayor riesgo de enfermedades metabólicas.
- Creatividad y resolución de problemas: Dormir bien no solo mejora la memoria, sino que también fomenta la creatividad y la capacidad de resolver problemas. Durante el sueño, el cerebro conecta ideas y conceptos que pueden parecer desconectados cuando estamos despiertos, facilitando la generación de nuevas ideas y soluciones innovadoras.
“Cuanto menos dormimos, más corta es la vida”: La importancia del buen sueño
Como sostiene Walker, dormir bien no es solo una cuestión de cantidad, sino también de calidad. Un sueño reparador es crucial para mantener la salud física y mental, influenciando prácticamente todos los sistemas del cuerpo. Durante el sueño, especialmente en las fases más profundas, el cerebro lleva a cabo funciones vitales de restauración: consolida la memoria, limpia toxinas acumuladas durante el día y equilibra las emociones. La falta de sueño adecuado, por otro lado, se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión y problemas cardíacos.
El impacto del sueño en la salud a largo plazo
A largo plazo, la falta de sueño de calidad puede tener consecuencias graves. La privación crónica del sueño está vinculada con el deterioro cognitivo, envejecimiento prematuro y una mayor probabilidad de desarrollar trastornos del ánimo como la depresión y la ansiedad. Además, la falta de sueño está relacionada con el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Por estas razones, es fundamental priorizar la calidad del sueño, adoptando hábitos saludables que favorezcan un descanso reparador. Esto incluye mantener un horario de sueño regular, crear un ambiente propicio para dormir, y evitar estimulantes como la cafeína y las pantallas antes de acostarse. Si tienes problemas para dormir o sospechas de un trastorno del sueño, es recomendable consultar con especialistas que puedan ofrecer soluciones, como el tratamiento de desórdenes del sueño con metodología NESA.
Así, vemos que el buen sueño no es un lujo, sino una necesidad biológica. Un descanso adecuado nos permite vivir una vida más saludable, productiva y equilibrada. Dormir bien es, en última instancia, uno de los pilares fundamentales del bienestar.